Cuando tenemos un hijo, y nos quedamos embarazados del segundo hijo, podemos comenzar a preparar a nuestro hijo mayor ante la nueva situación. En esta preparación debemos facilitar su adaptación a su nuevo rol de hermano mayor, y al hecho de compartir a sus cuidadores principales, las figuras paternas normalmente, con un nuevo miembro de la familia, y de este modo prevenir que sufra un malestar significativo de celos que interfiera en el clima familiar y las relaciones intrafamiliares.
Durante la gestación, podemos comenzar a prepararle comprendiendo los padres la complejidad que supone para nuestro hijo mayor la nueva situación que va a vivir. Para ello te invito a la lectura de estos tres artículos que organizan la información de una manera temporal según el trimestre de embarazo en el que nos encontramos:
En torno a los días que rodean el momento del parto, es crucial ayudarle para que el cambio que comienza a ser inminente con el nacimiento de su hermano, sea lo menos traumático posible.
En este momento se hace necesario planificar cómo os vais a organizar en el momento en que el embarazo llegue a término, y se acerque el momento inminente del parto. Es de gran importancia contarle al niño qué va a suceder y cómo lo vais a hacer:
Es recomendable minimizar los cambios, por lo que si es posible que él duerma en vuestra casa y la persona que se va a hacer cargo de él, acuda a ésta y duerma allí, es preferible. Si su rutina de su día a día se va a modificar, deberéis adelantaros y darle seguridad explicándoles cómo lo organizareis para facilitarle la adaptación al cambio, lo que genera seguridad en sí mismo y confianza en vosotros.
En la medida de lo posible, nos despediremos del niño antes de partir al hospital, aunque esto suponga que le generemos en ese momento inquietud o rechace la situación de que nos vayamos de casa. Habremos hablado previamente con la persona que se queda a su cuidado, pidiéndole que le permita expresar lo que siente con libertad y le sostenga emocionalmente, valide sus emociones (“es normal que te sientas así”) y le mentalice (“es normal que eches de menos a tus padres”). Esto le ayudará a elaborar posteriormente las situaciones que van a ir dándose, que también le van a generar inquietud.
Durante la estancia en el hospital o en casa durante el parto, le haremos partícipe de todo lo que va ocurriendo a través de fotos, mensajes de voz y llamadas de teléfono. Todo ello va a facilitar que él se sienta también protagonista de la vida de su hermano, no pierda su lugar en el núcleo familiar, no se sienta excluido y vaya asimilando los cambios que están ya materializándose. Realizar una videollamada cuando estemos en la habitación, ya no solo para contarle que su hermano ha nacido, sino para interesarnos por cómo se ha ido sintiendo desde que nos hemos ausentado, y cómo se siente en este momento, lo que está haciendo, con quién está, qué ha hecho desde que os habéis ausentado, etc. Validaremos en todo momento la expresión de sus emociones, especialmente las emociones negativas, contextualizándolas en la situación que estáis viviendo, y validándolas en todo momento.
Tratad de organizar una visita del hermano mayor al hospital, donde, a poder ser, sea el padre la persona que le acompañe hasta el propio hospital a visitar a su nuevo hermano. Es importante que en el momento en que entre a la habitación del hospital, su madre tenga los brazos libres para abrazarle y recibirle, procurando así que el bebé no esté en sus brazos. Cuando entre por la puerta, le dejaremos que actúe con naturalidad, le expresaremos que queremos darle un abrazo en este nuevo reencuentro de madre y hermano mayor, y permitir que se siente con sus padres en la cama. Permitiremos que se acerque a su hermano, que lo acaricie y lo bese, si bien no obligaremos en ningún momento a esto, aunque sí que le invitaremos a estas aproximaciones permitiendo su libertad. Implicaremos ya desde este momento, si todo va trascurriendo con normalidad, en las tareas en las que él puede empezar a implicarse, como ayudarnos a cambiarle el pañal, cantarle una canción, acunarle, acariciarle, etc.
El regreso a casa con el bebé, exige de un tratamiento especial, donde nos volcaremos en prestar atención a nuestro hijo mayor, en exclusiva a poder ser, mostrando deseos de conocer los lugares, personas y actividades que ha realizado en nuestra ausencia. Procuraremos especial cuidado en aportar la seguridad y confianza al niño en estos primeros días
El niño necesita sentirse importante para los padres. Su egocentrismo natural de niño no le permite analizar las dinámicas familiares que giran en torno a él, está habituado a ello y no lo valora ni analiza de este modo. Está necesitando sentirse importante para nosotros y que la prioricemos para que él se sienta feliz. Hacer evidente lo que en la familia significa para nosotros, a través de las dinámicas familiares que giren en torno a él. Estos momentos pueden servirnos para explicarle que nuestro mayor deseo es que él sea feliz, porque le queremos y sólo por eso, y precisamente es lo que hace que no nos cueste esfuerzo hacer cosas para él. Le ayudará a darse cuenta del lugar real que ocupa en la familia. Nunca esto se expresará en forma de queja ni reproche, solo en forma de abordar sentimientos y afectos (“eres tan importante para nosotros que todos queremos madrugar para ir a ver tu partido de baloncesto”). Hacerle partícipe también de las crianzas tan distintas que se vive con el primer hijo y con el segundo. A diferencia de la vivida por él más exclusiva y de cuidado, su hermano tiene que compartir su crianza con él, por lo que tampoco nos tendrá de forma tan intensa como nos tuvo él, simplemente porque deseamos darle su espacio, nuestro tiempo y todo nuestro amor como a su hermano.
No modificar en exceso sus rutinas, (horas de las comidas en familia, extraescolares, colegio, horas del baño, hora de ir a la cama, parque, juegos en casa, tareas, quien le va a buscar y recoger) tratando de mantener la dinámica, personas y horarios, realizando claramente un sobreesfuerzo, dado la agotador que supone la crianza de un recién nacido, sin poder descansar cuando éste lo hace.
Aportar los mismos momentos de calidad y exclusividad que antes del nacimiento del bebé, e incluso reforzarlos. Para ello procuraremos que una de las figuras paternas dedique un espacio de su tiempo sin que esté su hermano, y especialmente con quien el vínculo esté más reforzado, como leer un cuento, hablar un ratito en su cama a la noche, ver fotos, jugar con él o incluso si fuese viable, hacer una actividad especial fuera de casa (invitarle a merendar a él solo, ir a la bolera, al cine, etc.).
Es importante reflexionar sobre los cambios que se están generando en las propias figuras paternas, en la forma de interaccionar con el primogénito y su hermano menor. Es habitual en nuestra sociedad, que los niños más pequeños despierten mayor simpatía y ternura, pudiendo darse mayor atención a este nuevo miembro de la familia, y restando de forma repentina y sin darnos cuentas a los hermanos mayores. El trato diferencial entre ambos hermanos es inevitable, y debe ser así, en cuanto a las exigencias de autonomía y límites (ej. el bebé de 6 meses tirará la galleta maría al suelo y no sucederá nada, pero lógicamente si tu hijo con cuatro años lo hace, al menos deberás pedirle que la recoja y que evite tirar al suelo los alimentos). Estas diferencias no hay que tener miedo en reconocérselas a tu hijo mayor, y explicarle que a cada uno hay que pedirle lo que puede dar.
Tratar de evitar generar cambios en su autonomía o en su entorno inmediato, si no se han podido llevar a cabo durante el embarazo. Aplazarlos para más adelante, retirar un pañal o quitar un chupete no serán las aportaciones más importantes que como padres podréis realizar en estos momentos de la vida de vuestro primogénito. Socialmente, en ocasiones, parece que el que antes retira el pañal o el chupete, señala la valía paterna o la inteligencia del infante. Tomar conciencia de ello y su absurdez, posibilita que no caigamos en estos estereotipos, actuemos libremente y dando prioridad a lo que realmente como padres nos parece importantes. Para lograr una mayor autonomía en su desarrollo, es preciso que se dé en una situación de normalidad, y en concreto, tras la exigencia de adaptación ante la nueva situación es probable que se den regresiones evolutivas (ej. dejar de dormir la noche seguida, nuevos episodios de incontinencia urinaria, etc.). Comprender a nuestro hijo, sus emociones y el contexto en el que se encuentra, nos ayudará a darle lo que realmente necesita. Además, seguro que el retraso de dejar espacio en su armario se puede subsanar dejando la ropita del bebé en otro sitio; o bien hacernos con un moisés o una cuna para evitar un cambio de cama o habitación en esta fase de adaptación del niño.
Hacerle partícipe en los cuidados de su hermano relativas a la alimentación (de al botón de la batidora, coja con otra cuchara aunque lo ponga todo perdido, etc.), cambio de pañal (traiga lo que necesites), vestido (elija entre dos ropitas la que le guste), el baño (te sujete el grifo) e incluso la lactancia de su hermano (cuando esté instaurada), pudiendo ser un buen momento para leer, hablar un ratito, etc. Estas oportunidades de interacción entre ambos hermanos te permitirán ayudarle a relacionarse de forma suave con el bebé, donde debes tratar de evitar hacer reproches o correcciones en negativo o con enfado “No le toques… eres un bruto… no le tires cosas… se te va a caer”, sustituyéndolo por “tócale suave… acércate despacito… cuidémosle juntos… podrás cogerle siempre que estés sentado con mi ayuda”.
Además, le podrás dar protagonismo con la ayuda real que te pueda prestar calmando al bebé en muchos momentos, dado que los hermanos mayores a través de canciones, expresiones faciales divertidas, aplausos, etc. tienen un poder especial para calmar a los hermanos menores. Esto además podrás evidenciar su influencia e importancia frente a su propio hermano. Resalta en todo momento lo positivo de toda interacción “creo que le encanta estar contigo, mira como te sonríe… qué bien le cuidas… eres muy responsable… qué suavecito le tratas…”.
Abordar directamente los sentimientos que le va generando la nueva situación. Si es evidente que el niño no está encajando bien la llegada de su hermano y está sufriendo, ignorar este hecho y “normalizar” la situación como si nada pasara, no le ayudará en absoluto. Si el niño no expresa abiertamente cómo se siente o lo que quiere, es importante recoger los comportamientos concretos que nos hablan de que está pasándolo mal, y ayudarle a identificar cómo le hace sentir la nueva situación y comprenderle. La clave en esto está en:
Para todo esto, la utilización de cuentos que faciliten el diálogo entre el niño y nosotros, puede ser una herramienta muy eficaz para disminuir su defensividad, y facilitar un diálogo al final del mismo sobre los propios personajes y sus sentimientos y las circunstancias que rodean a los mismos, para luego reconducir esta conversación y personalizarla en él y su nueva situación. Además, los cuentos le ayudarán a comprender y poner palabras a lo que sucede, en toda esta situación, no entiende bien qué le está pasando, ni cómo se siente ni por qué, pero nuestra función es validar sus emociones, comprenderlas, y explicarle con palabras lo que le ocurre. Te cito algunos cuentos en los que puedas apoyarte:
Hablar con las visitas de familiares que vienen a casa, solicitando que eviten comparaciones entre los hermanos, presten especial atención hacia el hermano mayor e invitándoles a expresar aspectos positivos sobre el significado de ser hermanos “tienes un nuevo compañero de juegos para cuando crezca… vais a divertiros” y evitar los negativos “tienes que compartir con él ¿eh? … tienes que cuidarle, ¿eh?”. Aprovechad esos momentos para darle protagonismo, y resaltar los aspectos positivos de vuestro hijo mayor, evitando expresar delante de él cualquier comentario negativo sobre él.
Es frecuente que el hermano mayor en momentos trate de agredir al bebé, lanzándole cosas, pellizcándole, mordiéndole, etc. Lo más eficaz es tener esto en cuenta desde un inicio, y no dejar nunca a solas al bebé con su hermano hasta que veamos cómo evoluciona la relación. Si sucediese un episodio de este tipo, o lo intentase hacer aunque lo evitemos, es importante mantener la calma para evitar desbordarnos. Lo primero será calmar al recién nacido y tras esto, reprender de forma firme y consistente el comportamiento de nuestro hijo mayor. No descalificaremos, solo nos dirigiremos a su conducta, nunca a quien es él, le hablaremos de cómo se ha sentido su hermano menor, cómo nos sentimos nosotros como padres y que desaprobamos esa forma de proceder, y buscaremos un compromiso de que no vuelva a repetirse. Nos detendremos a explicarle que esa forma suya tiene que ver con que la situación es difícil, que puede estar sintiéndose enfadado o triste, pero que el amor que sentimos por él es el mismo que antes de que naciera su hermano.
Ante los sentimientos de desplazamiento que pueda sentir, es frecuente la aparición de incremento de rabietas, y conductas inadecuadas. No mostrar frente al niño ni preocupación ni enfado ante las mismas, porque precisamente este tipo de comportamientos corresponden a un búsqueda de atención y reacción emocional por parte de los padres. Dale esa atención en todos los momentos que hemos venido hablando, pero evita que esas conductas inadecuadas y las rabietas le den protagonismo (tanto positivo “lo está pasando muy mal… pobrecito… etc” como negativo “mira lo mal que se ha portado…. Se ha tirado al suelo… etc”). En estos, mantén la calma en la medida en que te sea posible, acompáñale en estas descargas emocionales evitando que se haga daño, sin acceder a aquello que lo haya generado.
Mónica Pérez Arias
Col. 0937
Psicóloga Pamplona