“He vivido una situación que me ha impactado emocionalmente,
¿cómo sé si he desarrollado un trauma?”

 

 

El trauma en la persona se produce cuando, tras haber vivido una situación traumática, los recursos internos y externos no son suficientes para hacer frente a una amenaza externa, a una situación o evento que nos desborda, y no logramos integrar esas emociones. Un aspecto concreto a tener en cuenta es el hecho de que, en la infancia, los recursos personales de regulación internos del niño no están desarrollados. Esto implica que en la niñez aumenta nuestra vulnerabilidad ante diferentes eventos. Por todo esto, la seguridad de un niño se puede ver dañada por situaciones como la separación de sus padres, el acoso escolar, o una aguadilla donde sintió que iba a morir ahogado. La pérdida de un progenitor siempre es una situación traumática en la infancia, y si esta pérdida se ve acompañada por las circunstancias que estamos viviendo en torno al coronavirus, que engloban la alerta sanitaria, el confinamiento, la ruptura con su vida social y escolar, y la ausencia de los rituales de muerte, la situación se torna todavía más grave si cabe.

La experiencia central de un trauma psicológico es una falta de dominio y de control sobre la propia vida. Normalmente genera una desconexión de los demás, e incluso con el propio proceso que se está viviendo, como si no fuera con él. El suceso traumático puede generar el mismo impacto, habiendo sido únicamente observado, o incluso habiendo oído narrar un acontecimiento que supuso una amenaza para la vida de otra persona. La proximidad y recurrencia del suceso, las habilidades de afrontamiento y los recursos de apoyo, influyen en la aparición o no de secuelas psíquicas ante lo acontecido.

 

Una de las secuelas que una experiencia traumática puede ocasionar es una reacción de estrés agudo, apareciendo los síntomas de forma inmediata al suceso vivido. En este trastorno se produce:

• un embotamiento emocional, se percibe a la persona como desconectada, o bien se entra en un estado de agitación e hiperactividad.
• Es frecuente una activación fisiológica como taquicardia, rubor y sudoración.
• Posteriormente, aparece una desestabilización emocional, con cambios bruscos entre estado depresivo, ansioso, desesperanza, enfado intenso, irritabilidad, aislamiento o hiperactividad.

En la actualidad, son los sanitarios, los enfermos graves y los que han perdido a seres queridos en las circunstancias del estado de alarma sanitaria, las personas que están más expuestas a este tipo de trastornos.

 

Otra forma de verse afectado por una situación traumática, es aquella que sucede tiempo después del evento traumático. Normalmente el rango temporal frecuente es de tres meses, si bien la sintomatología puede emerger años después del evento. Este diagnóstico se denomina trastorno de estrés postraumático (TPET). La probabilidad de desarrollarlo aumenta en la medida en que la persona haya estado expuesta en su infancia y adolescencia a situaciones traumáticas, o bien cuando la situación traumática dura tiempo o se repite. El cuadro se caracteriza por:

• el regreso emocional de lo vivido, a través de recuerdos o pesadillas relacionadas con el suceso angustioso. Pueden reaparecer emociones intensas, y la sensación de que de nuevo va a suceder otra vez. Los disparadores del presente asociados a lo que ocurrió entonces, pueden desencadenar las emociones vividas de angustia, dolor, tristeza.

• Ante el malestar subjetivo generado por aquellos aspectos de su vida actual que le llevan a aquello que sucedió, esto es, al evento traumático pasado, comienzan a mostrarse marcadamente evitativos, huyendo de situaciones, personas, conversaciones, pensamientos, sentimientos, lugares, actividades que le recuerden a la situación traumática.

• Esta huida hacia adelante, con el tiempo da lugar a un embotamiento emocional y de los sentidos, una desconexión para evitar sentir más dolor emocional. El distanciamiento y la frialdad en sus relaciones le protegen de sentir emociones, placenteras o egodistónicas, alejándose de este modo de la amenaza de aquello que ocurrió.

• Es frecuente además una hiperactividad emocional, donde la conciliación del sueño se puede hacer difícil, puede aparecer un estado de irritabilidad significativo con raptus de rabia, dificultades de concentración, estado de alerta sin motivo aparente, se pueden sobresaltar con facilidad y se suelen mostrar muy nerviosos.

• La culpa y la vergüenza, así como los problemas de interacción social se suelen hacer evidentes. La conexión con el otro, la cercanía e intimidad en las relaciones disminuyen, incrementándose la dificultad para confiar en los demás. Suelen mostrarse defensivos, y distantes, donde dejarse ir implicaría bajar el control, lo que siente como una exposición al peligro de que algo malo puede suceder. Este distanciamiento puede desembocar en un aislamiento de las personas y su mundo.

• Además, las manifestaciones somáticas pueden ser frecuentes como son dolores de cabeza, sudoración, náuseas, malestar abdominal, entumecimiento, sensación de cosquilleo, sofocos, temblores, estremecimientos, y miedo a volverse loca o perder el control.

 

Se ha demostrado en diversas investigaciones que los efectos del trauma aumentan la probabilidad de un desarrollo posterior de enfermedades mentales, con gran diversidad de diagnósticos. En muchos casos, personas que han desarrollado un trastorno de estrés postraumático, además pueden desarrollar un trastorno psicológico asociado, como trastornos de ansiedad, depresión, obsesiones, trastorno hipocondríaco, somatizaciones. Esto se debe a que en múltiples ocasiones el TPET suele pasar desapercibido, hasta que finalmente otros síntomas obligan a la persona a pedir ayuda. Por lo tanto, personas que previamente al estado de alarma sanitaria hayan vivido situaciones traumáticas anteriores al suceso, esta nueva situación ha podido desencadenar un problema psicológico diferente. Muchos pacientes acuden a consulta con una sintomatología que invade la vida actual del paciente, y que “enmascara” o bien resta importancia a un TPET escondido en su historia biográfica, siendo éste la etiología en muchos casos del problema actual, como la inseguridad, la depresión, episodios ansiosos, etc.

 

“si creo tener un trauma tras una vivencia traumática,
¿Cuál es la terapia de elección?”

El EMDR, terapia de reprocesamiento a través del movimiento ocular, es la terapia de elección para el trastorno de estrés postraumático. Lo extraordinario de esta terapia es que tiene la capacidad de modificar las experiencias del pasado. Permite cambiar la perturbación de ese pasado, integrarlo con el resto de las experiencias pasadas, que ayudan al crecimiento y adaptación del ser humano. La eficacia del EMDR está avalada por múltiples estudios empíricos, incluidos varios metaanálisis centrados en el TEPT, siendo reconocida en varias guías clínicas como un tratamiento de categoría A (fuertemente recomendada) para el tratamiento del trauma. La OMS, La Organización Mundial de la Salud, señala que la terapia cognitivo conductual y el EMDR como tratamientos de elección para el trastorno de estrés postraumático.

 

 

Si deseas profundizar en si la situación vivida realmente es una situación traumática, te recomiendo el siguiente enlace:

SITUACIONES TRAUMÁTICAS ¿el coronavirus lo es?

 

Mónica Pérez Arias
Centro psicológico – MPA
Pamplona
Col. 000937