Si en ocasiones te invade el miedo de que tu hijo esté presentando acoso escolar, o bien sospechas que tu hijo/hija pueda estar sufriendo bullying, te invito a leer con él/ella este cuento.
El bullying ha existido siempre, todos recordamos personas en nuestra niñez que lo pasaron mal en el medio escolar por un rechazo social explícito y generalizado, que desembocó en un aislamiento.
No es algo que haya empezado ahora. Ahora, a diferencia de antes, se le ha puesto nombre, y en el mundo adulto se valora como un problema en la infancia que requiere detenerse, reflexionar y darle soluciones en diferentes ámbitos. Dejar de zanjarlo con un “son cosas de niños” o “que se arreglen entre ellos” o “por algo será”.
Ni todo lo que parece es, ni todo lo que es se ve tan fácilmente…
Observa las reacciones de tu hija/o, al final del cuento plantearemos una serie de preguntas que puedan ayudarte a detectar el problema y te daremos claves para poder buscar soluciones.
Disfruta de la lectura, del momento mágico de acurrucarte con tu hijo/a, para leer soñando. Cambia los nombres de los personajes y adáptalos a tu caso:
Ya de noche, Julen terminó de cenar y Amatxu le acompañó a lavarse los dientes y hacer pipí.
Cuando ya había acabado, Julen, como cada día, le dijo a su ama:
– Amatxu… ¿Me cuentas un cuento?
Su Ama siempre le decía que sí, pero aquel día, además, le dijo que el cuento sería más especial que nunca.
Julen se metió en la cama de un salto, y ama se acurrucó a su lado y empezó el cuento:
«Érase una vez, en una ciudad igual que la tuya, en un barrio parecido, un niño que se llamaba como tú…»
Y ama paró un segundo jugando con Julen y le dijo…
– ¿cómo te llamabas tú? – dijo sonriendo poniendo cara de despiste.
– Julen… – dijo el niño riendo.
– Pues le llamaremos Julen…
«Julen tenía 10 años e iba al colegio como todos los niños de 10 años.
No tenía muchos amigos, pero le gustaba estudiar, pintar y hacer malabares con bolitas de papel.
En su clase había un niño que a Julen no le gustaba nada, que se llamaba como ese niño que a ti no te gusta y que no te trata bien.»
Amatxu volvió a parar el cuento y le preguntó a Julen cómo se llamaría ese niño en el cuento especial de hoy.
Julen cogió aire por la nariz y mientras lo echaba por la boca dijo:
– Xabier…
Y Amatxu continuó la historia.
«Un día de lluvia, a la hora del recreo, los profesores mandaron a los niños que no salieran al patio, y tuvieron que quedarse dentro del colegio jugando en los pasillos… Allí a Julen le era mucho más difícil escaparse de Xabier… y se escondió en el baño.
Siempre que Xabier estaba delante de él, Julen sentía flojera en las piernas, empezaban a sudarle las manos, y le costaba mucho trabajo tragar saliva porque tenía algo en la garganta que no dejaba pasar el aire.
En esos momentos empezaba a pensar que algo malo pasaría y que no sería capaz de hacer nada al respecto, que no podía ponerse delante de Xabier y solucionar de una vez por todas las cosas.
Siempre trataba de evitarle, cuando Xabier estaba, Julen agachaba la cabeza y miraba el suelo, intentando hacerse muy muy pequeño….. Y entonces Xabier se reía y le brillaban los ojos, y Julen aun le veía más grande y se veía a sí mismo más pequeño.
De pronto… Xabier apareció en el baño…
Se puso delante de Julen y Julen empezó a sentir que se hacía pequeñito pequeñito.
Xabier no decía nada, solo estaba allí delante, mirando hacia Julen, sonriendo… pero no era sonrisa de contento, era la sonrisa que ponen los malos de las películas cuando hacen cosas malas y les salen bien.
Julen empezó a notar esa molestia en la tripa, donde siempre siente ese nudo que le entra al tener a Xabier cerca, temblaba y sentía la necesidad de contener la respiración, y notaba como si una mano invisible le empujase del pecho hacia atrás…
Xabier seguía sonriendo.
Julen subió despacito la mirada, esta vez había algo distinto, Xabier tenía un monstruito verde subido en un hombro… era como un duende “feucho”, y “babosete”, con cara de mala leche, que sonreía mirando a Julen. En ese momento se podía ver como ese ser se hacía un poquito más grande.
Xabier le miró a Julen con desprecio y se marchó.
De pronto el dolor de tripa se hizo más grande, tanto que tuvo que sentarse. La bola de la garganta que siempre aparecía con Xabi, empezó a crecer cada vez más, y Julen notó como la bola comenzó a moverse… como si quisiese salir… Julen tenía muchas ganas de vomitar y empezó a sudar…
Le costaba pensar, había enmudecido, no era capaz de articular una sola palabra. De pronto, no pudo más…. Escupió… y de su “dentro más dentro” salió un duendecito mojado de saliva y tosiendo.
Julen no se lo podía creer… Se quedó mirando a aquel pequeño ser. Era muy pequeño y parecía muy triste.
Tenía cierto parecido al duende que acababa de ver en el hombro de Xabier, pero su actitud era totalmente contraria.
Este duende no sonreía maliciosamente, de hecho ni siquiera sonreía, y era mucho más delgaducho y débil.
De pronto…. El duende comenzó a hablar con una vocecita suave, y le contó a Julen que se llamaba GNIPO. Le explicó, que Xabier tenía un Gnapo, que era lo que él había visto sobre su hombro. Julen cerró los ojos y aún podía ver con cierta claridad en su cabeza aquel ser desagradable.
Gnipo le explicó a Julen, que tenía que dar de comer a Gnapo… asumía que era su obligación
Julen cada vez estaba más atónito y asustado…… Gnipo recogió el miedo que a Julen se le había caído al suelo delante de Xabier, lo metió en su pequeña mochila y se escondió en el bolsillo pequeño del pantalón de Julen.
Julen se marchó a clase corriendo, con todo lo que había pasado, no se dio cuenta de que llegaba muy tarde. Al entrar en clase, Xabier le miró e hizo uno de sus comentarios… “¿te has perdido en el baño Julen? Hay que salir por la puerta, es muy fácil”. Todos se rieron. Julen sintió mucha vergüenza.
Gnipo sacó una mano del bolsillo, y recogió también la vergüenza de Julen y la guardó.
Cada día, Gnipo iba recogiendo todas las vergüenzas, tristezas, miedos, inseguridades de Julen.
En el bolsillo de fuera de la mochila, Gnipo llevaba una pequeña botellita, como las que usaban hace muchos años en las farmacias, de esas de magos y pócimas. Cuando Julen no podía más, lloraba a escondidas, Gnipo subía por su jersey e iba recogiendo las lágrimas una por una… guardándolas en la botella, que después ataba a la mochila de nuevo.
Gnipo cargaba a todas horas con la pesada carga….
Cada vez que Xabier se ponía delante de Julen, Gnipo se bajaba del bolsillo, con su cabecita agachada y se acercaba a Gnapo, y delante de él vaciaba el contenido de la mochila.
Gnapo sonreía y engullía disfrutando todo lo que Gnipo le llevaba.
Después de comérselo todo, Gnapo cogía la botella de lágrimas de Julen con desdén y enfado y se la bebía de un trago.
Gnapo cada día era más grande, y cada día quería comer y beber más.
Xabier estaba muy orgulloso de su Gnapo grande y poderoso, y no dejaba ocasión de meterse con Julen, porque de esa manera, Gnipo tendría más comida para alimentar a su monstruo.
Julen se sentía fatal… ya no solo era él, sentía pena de Gnipo, de que tuviese que recoger todas las cosas feas que Xabier provocaba en él y se las tuviese que llevar a Gnapo. Hasta esa pena que sentía era horrible, porque también esa Gnipo la recogía para dársela a Gnapo.
Las mentiras que Julen tuvo que contar a Amatxu y a la profesora también alimentaron a Gnapo.
Xabier iba orgulloso con su monstruo. Cada día era más grande. Julen no podía entender que Xabier estuviese contento y orgulloso de algo tan feo. Desde que Xabier tenía al Gnapo, a Julen aún le daba más miedo, y además el resto de niños del colegio parecía que lo adoraban aún más. Todos querían estar cerca de Xabier, y ser amigos suyos, supongo que porque preferían tenerlo de “amigo” que de enemigo.
Julen empezó a dejar de hacer cosas divertidas, Xabier estaba en todas partes, y como todos le seguían, todos los niños se hacían amigos suyos, y también se metían con Julen, con lo que ya no quedaban sitios donde esconderse.
Cuanto más triste estaba, más recogía Gnipo para Gnapo y peor se sentía Julen.
Empezó a pensar que todo era culpa suya… que se merecía todo lo que estaba pasando, aquel bicho verde enorme y desagradable se alimentaba de su desgracia, cada vez era más grande y Julen cada vez estaba más triste».
Amatxu paró un momento de leer y miró a Julen… tenía los ojitos rojos y los deditos blancos de apretar la almohada mientras escuchaba… y continuó leyendo la historia mientras un nudo le ahogaba la voz.
“Julen sabía que aquello era ya suficientemente importante como para contárselo a Amatxu, se sentía fatal… nunca había sentido miedo de hablar con su ama, siempre la cogía de la mano y le contaba sus cosas. Si no quería que nadie más lo supiese se lo contaba bajito, al oído. Amatxu, mientras, le hacía cosquillitas en la espalda, y Julen hablaba despacito para que ese instante durase más rato… Pero esta vez era distinta, tenía mucho miedo, si Gnapo llegaba a enterarse de que se lo había contado a su Amatxu, seguro que se enfadaría muchísimo. Además, Julen siempre había sentido que su amatxu le quería y siempre estaba ahí, ¿y si descubría lo que había dentro de él que hacía que Xabier le rechazara? Le avergonzaba que Amatxu se diera cuenta de que no conseguía que en el cole le quisieran.
Gnipo recogió todo el miedo de Julen otra vez.
Xabier le había avisado de que no le contase a nadie nada, “o vas a ver”… Ese día Julen tuvo tanto miedo que hasta se hizo un poco de pipí en el calzoncillo, y Amatxu se dio cuenta y se quedó muy preocupada, porque Julen ya era muy mayor para mojarse de pipí… Aquel día Gnipo también se llevó la preocupación de Amatxu.
Julen necesitaba ayuda, Gnipo llenaba la mochila cada vez en menos tiempo, Gnapo ya era demasiado grande… Julen quería que la tierra le tragase. No quería tener que volver jamás al colegio, a ese ni a ninguno, porque estaba seguro de que Gnapo le encontraría en cualquier lugar del mundo, si no era en el hombro de Xabier, sería en otro hombro, pero Gnapo no les dejaría ni a Gnipo ni a él. Sentía que el problema estaba dentro de él, ¿por qué si no Gnapo y Xabier le había elegido a él y no a lo demás niños? Eso Amatxu no lo sabía, eso le avergonzaba, que en casa supieran que algo dentro de él era lo que estaba generando esta situación.
Esa noche, Julen terminó de cenar y Amatxu le acompañó a lavarse los dientes y hacer pipí.
Cuando ya había acabado Julen, como cada día, le dijo a su Ama:
– Amatxu… ¿Me cuentas un cuento?
Su Ama siempre le decía que sí, pero aquel día, además, le dijo que el cuento sería más especial que nunca.
Y le contó a Julen este cuento… y Julen se dio cuenta de que Amatxu había visto a gnipo, y sabía lo que estaba pasando.
Amatxu abrazó fuerte a Julen y le contó que las Amatxus y las familias siempre ayudan a los niños.
Que la gente que te quiere no quiere que te sientas así.
Que todos los Gnapos hacen pensar a los Gnipos que son ellos los que tienen la culpa y se merecen lo que está ocurriendo, porque hay algo malo dentro de ellos, cuando eso no es cierto.
La familia de Julen, su profesora, sus amigos, y una psicomaga le ayudaron a ir poquito a poquito guardando a Gnipo dentro de su corazón, que es donde debe estar el gnipo de cada uno, no alimentando a Gnapo…
Julen fue poco a poco afrontando sus miedos, luchando contra el Gnapo, y aunque le costó muchísimo trabajo, (daros cuenta que Gnapo había llegado a ser tan alto como la luna) fue ganando batallas, haciendo en cada una de ellas más débil a Gnapo y haciéndose más fuerte.
Le costó tiempo, pero nuestro pequeño campeón logró convertir a Gnapo en un recuerdo que ya no dolía, que siempre tendría en su recuerdo, pero que le hacía más fuerte al saber que había vencido y sido capaz de pedir ayuda y afrontar todo aquello. Ningún Gnapo le haría más daño, se subiese al hombro de quien se subiese.
Y jamás volvió a dejar que nadie le convenciese de que era lo que no era, porque Julen molaba… molaba casi tanto como tú… si… como tú que estas escuchando este cuento… así que, si tú también conoces un Gnapo, que igual no lo puedes ver, pero sabes que está… no le des de comer y cuéntalo.
No sé si fue verdad, pero creí que te ayudaría a pensar y descubrir, y por eso te lo vine a contar.
Después de leer con tu hijo este cuento, puedes ir formulándole diferentes preguntas, y apoyarte en las explicaciones que siguen para ampliar y clarificar la información que te aporte, y ayudarle a identificar si él ha vivido sentimientos, pensamientos, conductas similares, y si ha recibido estas u otros comportamientos de otros niños que le hayan producido malestar.
¿Qué le daba miedo a Julen?, ¿Qué hacía que tuviera miedo de Xabi?
¿Por qué Julen no quería decírselo a su Amatxu?, ¿tú has sentido alguna vez esto?
¿Quién es Gnipo?
* Mi miedo, mi vergüenza y los cambios en mi comportamiento que se producen en mi vida por esos sentimientos
En el cuento Julen siente las siguientes sensaciones negativos sentimientos:
Sentimientos – pensamientos negativos:
Sentimientos – conductas negativas:
¿Quién es Gnapo?
* El poder, el control que ejerce sobre Gnipo:
El acoso escolar es el Gnapo que se alimenta de Gnipo. A más miedo, más grande se hace Gnapo, más poder siente que tiene, por lo que todavía genera más miedo a Gnipo, y de este modo, es un círculo vicioso que solo se puede cortar, haciendo que Gnapo se haga más pequeño. CONTÁNDOLO A ALGUIEN DE CONFIANZA.
Mónica Pérez Arias
Centro psicológico – MPA
Pamplona
Col. 000937