Mi gran secreto, no caigo bien y le llaman acoso escolar.

Conocer el diálogo interno que un niño o adolescente presenta durante el período de tiempo que sufre un acoso escolar, nos hace entender el daño que el acoso ejerce sobre sus emociones y estructuras de su personalidad. Además, nos permite comprender que no comunique al adulto lo que está sucediendo, y desculpabilizarnos de no haberlo “adivinado”. Nos permite integrar los motivos por los que incluso un adulto que vivió situaciones similares, continúa silenciando lo vivido, y a este adulto, posiblemente ayudarle a entender vivencias y creencias de sí mismo de su propio presente. Las líneas que siguen a este diálogo interno, pretende explicar de forma sencilla las consecuencias del acoso en la persona, lo que les frena a pedir ayuda a los adultos, y los motivos de su negativa a recibir ayuda psicológica.

Diálogo interno

“Es mi gran secreto. Nadie puede enterarse de que estoy yendo sola en el recreo,… que nadie quiere venir conmigo,… que se ríen de mí,… que me humillan,…, mi verdadero secreto en realidad es que sé que “soy yo el problema”. “Les caigo fatal a todos”, hago algo mal pero no sé que es… Me prometí a mí misma que no volverían a reírse de  mí, que tendría más cuidado con mi ropa,… pero no acierto, no me queda como a ellas, lo intento, pero sé que visto mal…

Me encantaría ser como Iratxe, es tan maja, todas le quieren, es guapa y no necesita hacer ningún esfuerzo para que le quieran.

He intentado contestar como hacen ellas, practicando en el espejo cómo responder, buscando en mi cabeza los ataques de ellas y mi mejor respuesta… pero cuando llega el momento me bloqueo, no puedo, y cuando he sido capaz de decir algo, ha generado la risa de todas, sus burlas y me he sentido todavía peor.

Nunca me esperan, diría que se escapan corriendo, no soy importante para ninguna, y está claro que es algo que falla dentro de mí, porque yo soy la única, sólo me pasa a mí.

Tengo que preguntar si me dejan jugar, o sentarme con ellas, a veces me echan, me hace sentirme tan mal conmigo…, qué es lo que hay en mí tan malo…, qué es lo que hace que caiga tan mal.

 Leire sé que tampoco les cae bien, ella tampoco puede sentirse bien en el grupo. Traté de acercarme a ella y que se convirtiera en una compañera que simulara mi situación de soledad y me ayudara a no sentirme tan humillada. Todo el mundo ve lo sola que estoy. Pero no funcionó. Comenzaron a reírse de las dos, y ella se apartó de un salto de mi lado y dijo que no era amiga mía.

Yo no hablo como ellas, cuentan cosas interesantes, a mí ni me miraban cuando hablan y estábamos sentadas en círculo, y en realidad lo entiendo porque no soy una persona realmente con la que guste estar. Carezco de interés, soy aburrida y fea. Me siento tan invisible, y tan pequeña.

Cuando el profesor me manda leer en alto es como una pesadilla. El año pasado me negaba a salir a exponer el resumen del libro de inglés, prefería decir que no lo había leído, luego levantaba la nota y ya está. Solo quería pasar desapercibida, sueño con ser invisible y desaparecer a ojos de los demás, es uno de los mejores sueños que tengo.

 Nadie se da cuenta de lo realmente pringada que soy, porque si soy honesta, esto es lo que siento de mí misma, siento desprecio de mi forma de ser y de cómo soy. Ni yo misma me pondría conmigo a hacer trabajos en grupo, es tan humillante cuando surge esta situación y veo que todas se ponen juntas, y yo tengo que esperar a ver qué grupo necesita a una persona más. Ni qué decir tiene cuando hay excursión, y nadie quiere ponerse conmigo en el asiento del autobús. O cuando llega el autobús del colegio, y no ha tocado la sirena, trato de ir lo más despacio posible para evitar tener que ir donde están todas juntas esperando a que suene y abran las puertas. Son situaciones que en mí día a día me hacen ver lo poco deseable que soy y duele tanto. ”

Mi familia es el único sitio donde siento que soy válida, que me quieren, que me aceptan como soy, está claro que es porque son mi familia, pero no pueden enterarse, sería humillante para mí, es en el único sitio donde tengo valía por quien soy, y esto me daría un valor muy distinto frente a sus ojos”.

 

Estas líneas representan el dialogo interno de una preadolescente víctima de acoso escolar, que llevaba sufriendo en silencio el rechazo y aislamiento desde los 8 años de edad.

Siempre ha sido una niña tranquila, sensible, reservada, con baja autoestima y una visión negativa de sí misma, que tras el acoso se exacerbó. Insegura y ansiosa. Este perfil de personalidad, tiende a ser el patrón básico de víctima de acoso escolar. Los padres y el colegio, no llegaron a detectar el aislamiento y rechazo al que estaba sometida. Siempre había sido una buena estudiante y “no había dado problemas en el medio escolar”, pero los resultados académicos en el último año estaban bajando, y además sus padres estaban preocupados porque le veían triste y retraída, estaba irritable en casa, algo “descentrada y acelerada”, y “les costaba llegar a ella”. Ante la propuesta de acudir a un psicólogo para que le ayudara, se cerró en banda, pero ante la preocupación los padres le trajeron y allí estaba Claudia, con su carita llena de pecas, sus gafitas y su mirada triste, sin querer hablar conmigo.

Venir al psicólogo suponía una confirmación de que había algo malo dentro de ella, y esta vez esto venía de sus padres, los únicos que eran capaces de ver, y especialmente, los únicos que hacían sentir a Claudia que había también “cosas bonitas y queribles” dentro de ella y en su forma de ser.

La “primera liberación” de Claudia llega cuando todo esto lo pone en palabras, y quien lo escucha le sigue tratando con respecto e interés hacia sus sentimientos, sus palabras, y todo lo que le ha ido sucediendo. Cuando va comprendiendo que todos estos recuerdos tan dolorosos fueron afianzando creencias de sí misma muy negativas, como “Estoy atrapada”; “Soy invisible”; “Hay algo malo en mí”;”No soy importante” o “No merezco ser amada”, le permite llorar y manifestar su gran secreto, y recolocar la responsabilidad de todo lo ocurrido, y reajustar atribuciones internas. Estas creencias de mí misma, y todo el dolor acumulado, siembran un estilo de interacción con el otro y conmigo misma que merman mi propio autoconcepto, y limitan mi sentido de sentirme capaz para afrontar mí día a día.

Como ocurre en los casos en los que la figura de acosador es chica, fue difícil de identificar en el medio escolar de forma natural, dado que se desarrolló entre cuchicheos y comentarios más que con violencia física, lo que lo hace mucho más compleja su detección puesto que los comportamientos de acoso son más sutiles y refinados. A esto se une que, normalmente los niños o chavales que sufren acoso, no suelen hablarlo ni con los padres ni con los adultos, lo esconden por vergüenza o miedo. Es importante que esto se tenga en cuenta, dado que los padres tendemos a reprocharnos el hecho de no habernos dado cuenta, o de haber sabido que algo iba mal muy tarde, así como la duda de que nuestros hijos no confían en nosotros y el motivo de esto, tratando también nosotros de llegar a la clave que nos diga «qué hemos hecho mal para que no nos pida ayuda» a pesar de tanto sufrimiento.

La detección de los casos de acoso por parte de las figuras paternas, con mucha frecuencia es complejo, y en ocasiones aunque sus hijos les hayan hecho partícipes de la situación, se niegan a acudir donde un psicólogo e incluso a que los padres medien en el colegio para frenar la situación.

El primer paso es lógicamente éste, frenar la situación de acoso. Sin embargo, una persona que haya sufrido una situación similar a ésta, sin lugar a dudas, aunque sea adulto, estas experiencias siguen estando en su presente de una manera u otra, dado que las creencias arraigas de sí mismo entonces, están mediatizando su sentir sobre sí mismo en la actualidad, y su comportamiento en la relación con el otro ahora. Aunque en su vida presente no recuerde aquello, sigue estando de una manera limitante, como queda fácilmente representado en el siguiente relato.

En un circo nació un pequeño elefante. El dueño del circo le ató una cadena a la pata y la cadena a una pequeña estaca de madera. El pequeño elefante intentó en numerosas ocasiones soltarse la patita, pero no lo consiguió. Aprendió que no era capaz, con lo que no volvió a intentarlo nunca más. Cuando era un elefante grande y fuerte, siguió pasando su vida atado a aquella pequeña estaca de forma incluso irrisoria, pero nada podía hacer. El concepto de sí mismo de no ser capaz estaba tan dentro de él, que no fue capaz de volver a probar.

De ahí que sea fundamental que, aunque ya no esté la situación de acoso, estos niños reciban apoyo para reconducir esas emociones y creencias arraigadas, y esos recuerdos dejen de ser perturbadores, desensibilizándolos y reelaborar el impacto emocional de los episodios de acoso vividos, quitando la parte más traumática y dejando que estas experiencias del pasado se conviertan únicamente en un recuerdo negativo que deja de influir en la forma de vivirme a mí misma, mi autoestima, y como yo me relaciono con mi mundo inmediato.

Los resultados en estos casos suelen ser visibles desde inicio de las terapias y son casos muy agradecidos en base a los resultados. Se hace necesario poner medidas para no crear adultos que se hagan a si mismo incapaces como consecuencia de vivencias traumáticas pasadas. Pensemos nuevamente en el elefante, y en como hubiese sido su vida si se hubiera considerado capaz.

 

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Acoso Escolar

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Mónica Pérez Arias,

Centro psicológico – MPA

Na – Col. 000937