La ansiedad tiene una función adaptativa y es inherente a la condición humana en todas las edades. Ayuda a la supervivencia activando los recursos del organismo y al crecimiento personal, si bien puede perder este valor adaptativo, provocando malestar y un anómalo funcionamiento psicosocial y fisiológico.
La ansiedad infantil puede interferir con el proceso de crecimiento y maduración en el que se encuentra el niño, con repercusiones en el medio escolar, social, personal y familiar, pudiendo evolucionar hacia trastornos más severos.
La importancia de estas primeras etapas con respecto a la ansiedad, radica en que estas edades son críticas para la socialización del ser humano. La ansiedad social en niños y adolescentes ejerce una interferencia negativa sobre su desarrollo social, teniendo claras implicaciones sobre los ámbitos educativos y sociales, y más concretamente en la adquisición de habilidades interpersonales, y el rendimiento académico. Además de esta interferencia negativa durante estos primeros años, clave del desarrollo social, también se evidencian implicaciones psicosociales en la edad adulta, siendo considerables para un 46.7% de las personas aquejadas por un trastorno de ansiedad (Wittchen, 1988; Echeburúa, 1993b).
Tanto el miedo como la ansiedad social en estas primeras etapas de la vida constituyen un factor de riesgo de trastornos psicopatológicos y clínicos como la depresión, trastornos de adaptación, etc. (Sandín et al., 1999).
Nuestros psicólogos expertos en ansiedad infantil señalan diferentes trastornos según el elemento que la genera
Ansiedad por separación (TAS)
El trastorno de ansiedad de separación (TAS) es el único trastorno de ansiedad reconocido en el DSM-IV como propio de la infancia, y se caracteriza por el temor ante la ausencia de las personas ligadas afectivamente al niño, que supone un mecanismo de protección frente a los peligros del entorno. Cursa con malestar excesivo, quejas somáticas, preocupación persistente, negativa a ir al colegio, a estar solo, a dormir si no está acompañado, etc. Suele iniciarse a los 6 meses de edad, pero es al comienzo de la niñez, en torno a los dos años, cuando el miedo se intensifica. Produce una gran interferencia en la vida y desarrollo del niño, provocando la progresiva desadaptación del menor y, por tanto, facilitando la aparición de otros problemas y trastornos emocionales y comportamentales, y generando un malestar significativo en el sistema familiar, especialmente en la figura de apego. El TAS es una de las principales causas de absentismo escolar y por ello puede ser confundido con la fobia escolar, por otro lado, las diversas preocupaciones que afectan al niño con TAS y la intensidad de ellas (accidentes de sus padres, raptos, desapariciones, muerte de los padres…) pueden confundirse con un trastorno de ansiedad generalizada.
Ansiedad generalizada
Se trata de una forma difusa y crónica de ansiedad, uno de cuyos síntomas más característicos es la preocupación excesiva e incontrolable. Los niños que padecen ansiedad generalizada muestran un estado de preocupación constante que se sienten incapaces de controlar. Las dificultades cotidianas les generan una preocupación desproporcionada y se perciben a sí mismos como incapaces de hacerles frente. Anticipan consecuencias catastrofistas sobre los acontecimientos objeto de sus preocupaciones, resultándoles difícil olvidarse de ellas y centrar su atención en las tareas que está realizando. La diversidad de preocupaciones que presenta el individuo aquejado de un trastorno de ansiedad generalizada, además de amplia y variada, puede ser cambiante, trasladándose el centro de sus preocupaciones de un hecho o situación a otros a lo largo del tiempo. El padecimiento de una preocupación excesiva no vinculada a situaciones, u objetos específicos, una forma crónica de ansiedad, siendo la impaciencia, fatiga, dificultad para concentrarse, irritabilidad, alteraciones del sueño, o la tensión muscular son lo que más la definen. Destacan como síntomas fisiológicos los relacionados con tensión muscular, hipervigilancia (sentirse en peligro, respuesta de alarma exagerada, irritabilidad, dificultad para concentrarse y dormir), e hiperactividad vegetativa (palpitaciones, sudoración, sofocos, micción frecuente, nauseas, flatulencia, diarreas, etc.).
Tiene importantes implicaciones a largo plazo. La ansiedad infantil suele ir asociada a otros problemas emocionales y comportamentales, suponiendo, por tanto, un riesgo de comorbilidad para el niño. La ansiedad durante la infancia está asociada un pobre desempeño académico y relaciones sociales y familiares deficitarias que impiden un desarrollo evolutivo normal y saludable.
Trastorno de pánico
El trastorno de pánico se caracteriza por la presencia recurrente de ataques de pánico, esto es, síntomas aversivos, somáticos (palpitaciones, sudoración, temblores, sensación de ahogo, sensación de atragantarse, malestar torácico, nauseas, mareo, sofocos, escalofríos) y cognitivos (sensación de irrealidad, miedo a perder el control, miedo a volverse loco, miedo a morir) que alcanzan su mayor intensidad en los diez primeros minutos, para disminuir gradualmente. En los niños los síntomas más frecuentes son las palpitaciones, temblores, dificultad respiratoria y el mareo, y puede ocurrir con agorafobia, esto es, el temor intenso a encontrarse en situaciones de las que resulta difícil escapar o pedir ayuda en caso de que se presente un síntoma.
Trastorno obsesivo compulsivo
Cuando hablamos de «obsesión» nos referimos a cualquier pensamiento o imagen mental que permanece en la conciencia de la persona, de forma repetitiva e indeseada, siendo las más frecuentes sobre daños o peligros potenciales; suciedad, gérmenes.
La «compulsión» es la actuación estereotipada de la obsesión que tiene la persona (Por ej. si la obsesión está en los gérmenes, la compulsión podría ser lavarse con mucha frecuencia las manos). En las obsesiones siempre está presente la necesidad de realizar algún ritual; este ritual va siempre acompañado de ansiedad. Si este ritual es interrumpido, desencadena en el niño una crisis de irritabilidad y/o agresividad.
Las compulsiones más frecuentes, son el lavado de manos (evitación del polvo, orina o gérmenes), duda patológica seguida por la compulsión de comprobación, pensamientos intrusivos (normalmente de un acto sexual o agresivo reprochable para el niño), o necesidad de simetría (lentitud excesiva).
Trastorno de estrés postraumático
Es la consecuencia de un hecho estresante y extremadamente traumático, habiendo observado u oído un acontecimiento que supone una amenaza para la vida de otras personas. Actualmente el divorcio y el acoso escolar se recogen como evento traumático. La proximidad y recurrencia del suceso, las habilidades de afrontamiento y los recursos de apoyo, influyen en la aparición no del trastorno. Suele presentar pesadillas sobre el acontecimiento traumático, con la sensación de revivir el pasado, juegos repetitivos en el niño relacionados con el suceso, creencia que no vivirá tanto como para ser adulto, creencia de una capacidad especial que le permite pronosticar el futuro de acontecimientos desagradables, dolores de estómago y de cabeza.
Metodología empleada en nuestro centro psicológico en Pamplona para el ansiedad infantil
El EMDR es un enfoque holístico y complejo, que apoyado en las técnicas cognitivo conductuales y la intervención sistémica familiar, ha mostrado su eficacia en los trastornos de ansiedad. Es la técnica de elección en los trastornos de estrés postraumático, presentando un soporte científico muy potente. La ansiedad, se origina en la historia del niño a través de experiencias que sobrepasaron su capacidad de integración y afrontamiento. El EMDR considera el síntoma de la ansiedad, la consecuencia de eventos de la historia de ese niño que le siguen influyendo en su presente, un problema subyacente a dar con él y tratarlo directamente. Este enfoque interviene no solo en las causas y síntomas , sino también en las capacidades de afrontamiento y la autoeficacia, permitiendo vivir con más calma y seguridad las diferentes situaciones de su vida cotidiana.