
El adulto ante un conflicto aumenta su tensión; ésta puede llegar a manifestarse a nivel corporal mediante la aparición de una enfermedad. En el niño esto se produce con mucha más fuerza. La causa de las molestias o afectaciones físicas que presenta en el cuerpo, es psicológica.
Los síntomas físicos sin etiología orgánica propiamente dicha, son muy frecuentes en la población infantil, con una incidencia superior en las niñas que en los niños. Estas quejas de dolor físico no tienen por qué suponer una alteración en el funcionamiento general del niño.
Muchos trastornos psicosomáticos tienden a surgir en edades específicas, ya que se relacionan con la maduración del funcionamiento de determinados órganos y con el desarrollo psicológico (ej. eccema a los 8-24 meses; dolores abdominales, alrededor de los 3-4 años; asma, alrededor de los 5 años; cefalea alrededor de los 6-7 años).
Hay en casos que tanto la intensidad y frecuencia del dolor en el niño, como la propia preocupación de los padres que intuyen que, a pesar de descartar ausencia de causa orgánica, algo sucede, requieren de ayuda psicológica. Esta ayuda se hace imprescindible cuando comienza a interferir en su vida escolar, familiar o social del niño.
En otros muchos casos, este tipo de dolores generan desconfianza en los padres, dado que al obtener más atención y absentismo escolar en muchos casos, facilita que padres y profesorado se centren en ese beneficio secundario, y se enreden en reproches, enfados o tratar de ignorar el problema. Todo ello será ineficaz agravando tanto el conflicto interno del niño, como las quejas somáticas. Es recomendable recoger, escuchar y acompañar en esos dolores y vivirlos como ciertos; si bien que nuestra atención hacia el niño no sea principalmente a través de este motivo.
Con mucha frecuencia esta causa psicológica es un sentimiento de abandono, u otras emociones negativas que han sido elicitados por algún evento que ha podido pasar inadvertido. Con frecuencia, nos puede sorprender la “madurez” con que ha encajado un acontecimiento externo (ej. nacimiento de un hermano), si bien este ha calado hondo y lo manifiesta a través de su cuerpo. Aparentemente no lo ha sufrido, si bien su emoción emerge a través del dolor físico.
Esta expresión de dolor emocional a través de quejas físicas tiende a enmascarar una depresión, un cuadro de ansiedad, con frecuencia ansiedad por separación, e incluso un maltrato físico o un abuso sexual. En niños con personalidades hiperperfeccionistas, vergonzosos, complacientes, con alto control de sus emociones, y autoexigentes, este tipo de manifestaciones es marcadamente frecuente.
En estos casos, siempre debe descartarse médicamente una afectación orgánica por parte del pediatra, a partir de lo cual, realizar un abordaje psicológico que trate la problemática subyacente, que facilitará una mejora en los aspectos somáticos.
Los casos más frecuentes serían:
Dolores abdominales
Eccema
Migrañas infantiles
Cefaleas
Alopecia
Asma infantil
El EMDR es un enfoque holístico y complejo, que apoyado en las técnicas cognitivo conductuales y la intervención sistémica familiar, ha mostrado su eficacia en los trastornos somáticos. El EMDR considera el síntoma del dolor corporal, la consecuencia de eventos de la historia de ese niño que le siguen influyendo en su presente, un problema subyacente a dar con él y tratarlo directamente. Este enfoque interviene no solo en las causas y síntomas, sino también en las capacidades de afrontamiento y la autoeficacia, permitiendo vivir con más calma, capacidad de disfrute y seguridad sus emociones, y las diferentes situaciones de su vida cotidiana.